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Educar sin pegar


Cuando los padres acuden a la consulta del psicólogo por problemas de conducta de sus hijos, suele darse una conversación de este tipo:

PS: ¿Cómo suele castigar Usted a su hijo? PADRES: Pues le quito el movil y las maquinitas, le dejo sin salir, no puede ver la tele,… PS: ¿Alguna vez le ha pegado? PADRES: No, pegarle no. Bueno, alguna vez, es que no hay manera con él. Perooooo, no es pegarle en realidad, algún cachete en la cara o el culo, lo normal.

Aquí entran todo tipo de explicaciones para justificar la violencia, siempre suele echarse la culpa al niño y a su comportamiento, pero lo cierto es que, al seguir preguntando todos coinciden en que “aunque le pegue, su conducta sigue igual o peor”, es decir, no se consigue nada. Entonces ¿Por qué continuar con este método? En realidad sólo consigue desahogar a los padres momentáneamente, pero reflexionemos sobre que están educando en realidad los golpes, cachetes o empujones:

- Ofrecemos un modelo de resolución de conflictos a través de la violencia. No podemos pedirle que no pegue, si eso es lo que le estamos enseñando a vivir. Somos su modelo a imitar. - Generamos en ellos miedo y ansiedad, aunque no nos lo muestren. - No podemos pedirles que nos respeten, si nosotros no les respetamos. - Normalizar, golpes o empujones, supone que en la adolescencia los puedan utilizar, no sólo con sus iguales, sino también en el entorno familiar. - Pegar a un niño es prestarle una atención que quizá no consigue con un buen comportamiento. Es mucho más eficaz reforzar una buena conducta. - Si les educamos con afecto, ese afecto es lo que nos devolverán cuando crezcan. - Podemos conseguir que un niño inhiba una mala conducta por temor a la sanción, pero no porque comprenda los motivos por lo que debe cambiar algo. - No se puede educar en valores de respeto y convivencia al mismo tiempo que se le golpea por su comportamiento. - El miedo al castigo paraliza la iniciativa, inhibe la creatividad, no le permite expresarse como es. - Puede sentir falta de cariño por parte de los padres ya que entran en conflicto las palabras de afecto con la violencia que se ejerce con ellos. La realidad nos dice que un 27,7% de los padres reconocen haber pegado a sus hijos en el último mes, una media de 3 veces. Un 2,7% reconoce haberlo hecho de forma bastante violenta. Siempre justificamos la violencia ejercida sobre los menores, a veces hasta la negamos, pero la realidad está ahí.

Queremos también incidir en que las agresiones verbales entrarían también dentro de este capítulo. Insultos, comentarios vejatorios, palabras soeces tienen los mismo efectos que el castigo físico y destruyen la autoestima. Al mismo tiempo, los niños lo toman como modelo de comunicación con su familia y su entorno. Y a la larga deja una huella más duradera que la marca de la mano en la cara.

A veces la situación es realmente difícil y los padres no tienen recursos para poder afrontar la educación de los niños, en ese caso se debe buscar ayuda profesional. Si estáis en esa situación os recomendamos nuestro artículo publicado en Marzo sobre “Cómo poner reglas a nuestros hijos y que hacer cuando no las cumplen” Donde os ofreceremos algunas pautas educativas para tratar estas situaciones y educar desde la disciplina y el afecto. http://www.eidem.es/#!C%C3%B3mo-poner-reglas-a-nuestros-hijos-y-qu%C3%A9-hacer-cuando-no-las-cumplen/c15vl/5513f2f30cf2aa18115e707e

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