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La culpa, esa mochila llena de piedras



¿Qué es la culpa?

La culpa es un sentimiento que nos hace sentir muy mal cuando aparece. Por eso queremos hablaros sobre lo qué es, qué consecuencias acarrea y qué podemos hacer para gestionarla mejor.


La culpa se trata de una emoción secundaria, que son aprendidas, tienen un origen social o cultural. En muchas ocasiones, vienen derivadas de algunas emociones primarias tales como la tristeza o la ira.


Hay aspectos interpersonales que afectan directamente a la aparición de éstas, tales como: concepto “bueno-malo”, “correcto-incorrecto” y, por otro lado, conllevan a realizar acciones como por ejemplo reparar daños o pedir disculpas. Podemos sentirnos culpables por no hacer la dieta que queremos realizar, no hacer todo el deporte que nos gustaría, gritar a nuestros hijos e hijas, no cumplir metas laborales, etc.


¿En qué se diferencia de la vergüenza?

La vergüenza es una emoción más publica que surge de la desaprobación de otras personas y, por tanto, es necesario que estén presentes, mientras que la culpa es una emoción privada que surge de la desaprobación, pero más bien personal.


Normalmente la culpa va acompañada de una atribución de fracaso interna, es decir, sentir que somos responsables de los errores cometidos (hay una evaluación negativa sobre una acción en concreto). Cuando sentimos la emoción de la culpa sentimos la necesidad de reparar la acción negativa, así como reconsiderar nuestra conducta en el futuro.


¿Qué consecuencias tiene la culpa?

Pero entonces, ¿la culpa es mala? No, pero tampoco tiene por qué ser solo buena. Debemos recordar que las emociones, cuando surgen, desempeñan una función adaptativa en cada individuo. Suele ser más desadaptativa cuando se fusiona con la vergüenza, pero si se gestiona bien, no tiene por qué desembocar en problemas psicológicos (problemas de autoestima, problemas de ansiedad, depresión, etc.). Las emociones negativas asociadas a la culpa son: miedo, asco, vergüenza y baja autoestima.


¿Qué podemos hacer para gestionarla de una mejor manera?

Una vez que comprendemos la culpa y sus consecuencias, dependiendo de si es por algo externo o por algo que hemos hecho mal nosotros, vamos a ver qué podemos hacer para gestionarla de la mejor manera posible y que no nos genere el malestar que muchas veces sentimos.


El problema, es decir, la desadaptación, se plantea cuando experimentamos la emoción de la culpa con excesiva frecuencia, intensidad y duración, provocando una disminución del bienestar general de la persona. Las conductas que provoquen este sentimiento pueden ser muy variadas.


¿Puedo hacer algo como padre para evitar que mi hijo o hija crezca rodeado de culpa?

Es importante diferenciar entre la culpa y la responsabilidad. Debemos hacer conscientes a los menores que hay que ser responsables de nuestras propias acciones y, por tanto, tomar partida en ellas cuando algo salga mal; este sentimiento de “culpa transitoria” nos activa para enmendar el error cometido.


Hay que tener cuidado con no culpabilizar a las hijas e hijos de nuestros propios estados de ánimo; si en vez de culpabilizar reflexionamos sobre lo que ha pasado y el por qué se han hecho determinadas cosas, estaremos promoviendo un estilo de afrontamiento más adaptativo.


Pasos que seguir para gestionar bien la culpa:

1. Conciencia de culpa: identificar que lo que siento es culpa y no por ejemplo tristeza.


2. Identificación de la conducta. ¿Qué es lo que me está provocando este sentimiento?


3. Acepta que se trata de un error, algo de lo que podemos aprender; reflexionar sobre en qué momento nos hemos desviado y hemos actuado mal. Verlo como una posibilidad de aprendizaje y de mejora de uno mismo nos facilitará las cosas. Si lo vemos como algo que no podemos cambiar, el resultado será mucho más caótico.


4. Expresión verbal y emocional de arrepentimiento. Date el permiso de expresar cómo te hace sentir el error cometido y crea un espacio seguro en el que puedas manifestar tu arrepentimiento.


5. Solicitud de perdón tanto hacia nosotros mismos como hacia el resto de personas involucradas. Para conseguir el perdón es importante reflexionar sobre la intencionalidad de la culpa y sobre nuestra propia definición como individuos (¿yo quería hacerlo? ¿soy una mala persona?). Muchas veces nos ayuda pensar en cómo actuaríamos si un amigo hiciese lo mismo que nosotros hemos hecho que nos genera ese sentimiento de culpa; ¿por qué no sentir un poco de autocompasión?


6. Conductas de reparación: directas o indirectas. Toca reparar el daño provocado. Ponernos en marcha para actuar en un futuro de distinta manera nos hará sentir mejor además de que nuestro perdón, tanto hacia nosotros como hacia el resto, sea más creíble y real.


7. Responsabilidad vs. Culpabilidad. Toca, por último, sustituir la culpa por la responsabilidad, es decir, concretar qué hemos hecho mal para facilitarnos a la acción y evitar repetir esos errores de nuevo.


En el caso de que a pesar de intentar seguir todas estas pautas para controlar la culpa desadaptativa y no ser capaz de sentirte mejor, en eidem podemos ayudarte, contáctanos.

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