
Agosto, mes por excelencia de las vacaciones y con él viene el ansiado tiempo libre que anhelamos durante todo el año. Pero ¿Qué pasa con los pequeños/as de la casa cuando no hay rutinas, horarios, actividades programadas?
En muchas ocasiones oiremos a nuestros hijos e hijas el incansable: “me aburro”, y no hace tanto tiempo hubiéramos escuchado un “pues cómprate un burro” como contestación. Pero ya no, hoy en día es habitual programar todo el tiempo de los niños y niñas, si no conseguimos que tengan todo su tiempo ocupado nos cuestionamos nuestra valía como padres y madres.
¿Cuándo nos ha empezado a dar miedo que los niños se aburran?
Quizás por temor a qué se les ocurra hacer algo que vaya a repercutir negativamente en nosotros (pintar por las paredes, saltar en el sillón, desmontar su habitación u otra instancia de la casa…) o simplemente por cansancio y no tener que escucharles tendemos a organizarles la “agenda” o la alternativa “preferida” en nuestros tiempos ¡La Tablet! O cualquier otro aparato electrónico que pueda servir para entretenerles un rato.
Pero se nos han olvidado los beneficios que tiene para un niño aburrirse.