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No reconozco a la persona de la que me enamoré


A veces, cuando una pareja que inició su relación desde la juventud y llega el momento de que las responsabilidades disminuyen, descubre que aparentemente ha desaparecido la persona de la que se enamoró.

¿Qué ha pasado en estos 20 o 30 años?

Hagamos un poco de historia: Al comienzo, todo eran risas y diversión. Descubrir a la persona de la que nos estamos enamorando nos llena de júbilo. Los momentos que compartimos nos lo dedicamos con plenitud. Nos miramos a los ojos, nos escuchamos, nos ilusiona complacer a nuestra pareja y hacerla feliz. El romanticismo fluye y la complicidad aumenta.

Pero llega el momento de decidir compartir la vida y las responsabilidades. Nos vamos a vivir juntos, nos hipotecamos, tenemos hijos y las responsabilidades crecen. El poco tiempo que nos deja el trabajo lo tenemos que dedicar a cuidar la familia, a la gestión de la casa y a afrontar las dificultades que nos trae la vida.

¿Y qué pasa con la relación de pareja?

Cada vez se le dedica menos tiempo a la pareja. Las conversaciones transcurren alrededor de la educación de los hijos o cómo afrontar los gastos y cada vez menos nos escuchamos o nos preguntamos cómo has pasado el día. Día tras día nos vamos convirtiendo en desconocidos, sin darnos cuenta, pues no tenemos tiempo de pararnos y verlo.

Y cuando las responsabilidades disminuyen y recuperamos ese tiempo, nos paramos y nos volvemos a mirar a los ojos preguntándonos ¿Quién es esta persona? ¿Dónde quedó la complicidad y el deseo de sorprender a nuestra pareja?

En este momento crucial se suelen dar tres tipos de respuesta:

  • Una es vegetar y seguir con la inercia y la rutina. Se anestesian emocionalmente.

  • Otras parejas optan por romper la relación. Abandonan e inician caminos separados.

  • Y las que apuestan por la relación, reflexionan y se ponen manos a la obra para recuperar ese vínculo que les unió. Se ponen a trabajar codo con codo.

Y todas ellas conllevan una gran carga emocional que nos puede llevar a tener ansiedad, depresión, apatía, baja autoestima y dificultad a la hora de tomar decisiones, entre otras.

Llegado a este punto, la terapia de pareja puede ser una gran aliada, pues propicia un espacio protegido donde podemos hablar libremente sobre lo que nos gusta y lo que queremos cambiar y se establecen estrategias para volver a conocer a la persona con la que he compartido la vida.

De esta forma, iniciamos un nuevo tiempo de enamorarnos. No de la persona que conocí hace años, sino de la persona madura que es hoy día.

No tiene que ser igual, pero puede ser incluso mejor. Ya sabemos quiénes somos, lo que queremos y lo que buscamos en la otra persona. Si la pareja tiene voluntad de recuperar su relación, este nuevo tiempo puede ser una oportunidad para la ilusión, el disfrute mutuo y descubrir de nuevo a la otra persona.

¿Os atrevéis a sorprenderos? www.eidem.es

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